Un Dios escondido
Imagínate la sorpresa de los vecinos. Un sábado más, toca sinagoga. ¿Quién hace la lectura? Mira, es Jesús, el hijo de María.
Coge el rollo del profeta.
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Pero, cuando termina la lectura, sus palabras caen como un rayo en la sinagoga: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír.
Pero éste ¿quién se ha creído que es? Si es el carpintero, el año pasado me arregló la puerta de casa. ¿Cómo habla así? ¿Ha enloquecido?
No te extrañe el asombro. Más bien, piensa que, de 33 años de vida, Jesús pasó 30 (el 90%) escondido, haciendo una vida normal entre vidas normales.
Es verdad: tú eres un Dios escondido (Is 45, 15). Siglos de escondimiento en el cielo. Y, cuando viene a la tierra, se esconde en el seno de una Virgen. Y, cuando es dado a luz, se esconde en una aldea treinta años. Tres de vida pública, y se esconde en un sepulcro…
Recuérdalo, que eres su hijo. No tienes que ser famoso; tienes que ser santo. Y no hay mejor aventura que la de ser santo a escondidas, viviendo santamente una vida normal.
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