Un corazón del que puedes fiarte
El arte ha encontrado siempre, en el amor de los hombres, su musa preferida. Lo ha idealizado hasta tal punto que parece que todo lo que se haga en nombre del amor debe ser bueno. Pero lo cierto es que el corazón humano está enfermo de egoísmo. Calixto y Melibea eran idólatras. El amor de madre ha destrozado multitud de matrimonios y encanijado a multitud de hijos. Y, en nombre del amor, se han cometido fornicaciones, adulterios y crímenes. Hay amores que esclavizan, y celos que aprisionan. Quien obedece sin resistencia al corazón se arriesga a terminar esclavo o carcelero. Ojalá tengas por norma bruñir todos tus amores en la Cruz.
– Déjame primero ir a enterrar a mi padre. – Deja que los muertos entierren a sus muertos. – Déjame primero despedirme de mi familia. – Nadie que pone la mano en el arado y mira atrás vale para el reino de Dios.
El amor más grande no consiste en aferrarse al ser amado, sino en entregar la vida por él. Por eso, si quieres seguir los dictados del corazón, y amar a los tuyos con un amor limpio, sigue siempre los dictados del corazón de Cristo. El tuyo clávalo en la cruz.
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