Un bautismo de tinieblas

Tras haber sido bautizado por Juan, en dos ocasiones habló Jesús de un segundo bautismo reservado para Él. La primera vez preguntó a Santiago y Juan: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar? (M 10, 38). La segunda la leemos en el evangelio de hoy: Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!

«Bautismo» significa «baño». Y ese segundo bautismo de Cristo es la Cruz. Es un bautismo terrible, un bautismo de tinieblas. Jesús tenía que ser sumergido en los pecados de los hombres, sufrirlos uno a uno, del primero al último, para presentar a su Padre el inmenso dolor de su corazón herido. Sólo así podría rescatar a quienes estábamos presos de esos pecados a causa de nuestra infidelidad.

Nosotros sólo somos bautizados una vez. Y, en ese bautismo, somos bañados en la Pasión de Cristo y amanecemos a su vida. Por eso, no te extrañe si vives como sumergido en tinieblas, pues vives bañado en Él. Busca, en medio de esas tinieblas, su mano llagada. Ella te conducirá a la superficie de las aguas, al Cielo.

(TOP29J)

“Tú, pecador