Un anuncio previo al anuncio

Dos mil años después, el mandato de Cristo a sus apóstoles sigue vigente, con toda su urgencia: Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos.

El anuncio del reino adquiere matices muy distintos hoy en día de los que tenía en aquella época. Los judíos que escucharon a los apóstoles creían en Yahweh y conocían las Escrituras. Arrastraban toda una historia de pecado, y heredaron todas las infidelidades de sus padres, pero sabían de qué se les hablaba cuando se les hablaba de Dios. Hoy día, sin embargo, son multitud las personas que, en nuestras sociedades occidentales, nacen, crecen y viven sin Dios. Tienen sed de eternidad, pero no la identifican como tal. Por eso viven insatisfechos y desorientados.

Quizá el anuncio del reino, hoy día, tiene que comenzar por el propio hombre. Es preciso gritar que en la vida hay algo más que teléfonos móviles, mentiras, sexo y series de televisión. Que tenemos alma, que hay cielo, que estamos llamados a una felicidad inmensa… Que no es digno del hombre conformarse con esperar a la muerte entretenido. Si logramos levantar los cuellos de las pantallas, entonces podremos anunciar el Amor que se derrama desde lo alto.

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