Sobre cómo escuchar a Dios

No todas las ovejas pertenecen al rebaño del buen pastor. ¿Cómo hará Él para separar las suyas y llevarlas a las verdes praderas de su reino? Simplemente, abrirá sus labios y las llamará.

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen.

Tan sencillo como eso… O tan difícil.

Si estás esperando a escuchar, como Abrahán o como Samuel, una voz venida del cielo que te saque de la cama a medianoche, lo más seguro es que esa voz sea la de tu hijo pequeño que no puede dormirse y te pide agua. Pero no te garantizo que vaya Dios a pronunciar tu nombre haciendo temblar las paredes del dormitorio.

La voz del Señor la escuchas abriendo los santos evangelios. ¿Qué más quieres, si allí está cuanto Jesús ha querido decirte? Léelos despacio, dejando que esas palabras resuenen en lo profundo del alma, y estarás escuchando al buen pastor.

Y, si quieres más… Entonces, calla. Quédate en silencio ante el sagrario, y en ese silencio escucharás el silencio de Dios. Acógelo, y te dirá aquello que no pudo ser escrito en los evangelios, porque la única palabra que lo expresa es el silencio amoroso de Jesús.

(TP04M)