Sesenta generaciones

Dicen que por cada siglo pasan tres generaciones. Por tanto, veinte siglos son sesenta generaciones. Es decir, que entre Cristo y yo han pasado sesenta personas. No son tantas. Cabrían en la sala grande de nuestros locales parroquiales. Pero los primeros de la fila serían los apóstoles. Ellos estaban allí cuando Jesús dijo: Yo soy el camino y la verdad y la vida.

Ellos escucharon estas palabras. Comieron y bebieron en aquella última cena, y después comieron y bebieron con Jesús resucitado. Luego se les fue la vida en dar testimonio de cuanto habían visto y oído a la generación siguiente. Y la siguiente a la siguiente, hasta completar las sesenta y llegar a nosotros.

El testigo está en nuestras manos. Pero ¿daremos testimonio de una noticia que ha recorrido sesenta bocas? ¿Se limitará todo a decir: «Me contaron lo que les contaron que les contaron»?

¡No! Porque cada generación, cada anuncio, nos ha llevado al altar. Y allí hemos comido y bebido con Cristo. Lo hemos tratado, nuestra noticia es de primera mano. Y tampoco nosotros nos conformaremos con que escuchen y lo cuenten. Les gritaremos: «¡Venid y lo veréis!», como el propio Felipe gritó a su hermano Natanael.

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