Señor de su propio carácter
No quiero que se te pase un detalle de la humanidad santísima de Cristo que asoma entre las líneas de este pasaje. Tiene que ver con el modo en que Jesús sabía tratar de forma distinta a los distintos.
Jesús baja feliz del Tabor. Ha sido un momento de cielo, y desciende del monte más resplandeciente que Moisés del Sinaí. Pero abajo le esperaba un disgusto. Un endemoniado, un padre sin fe, unos apóstoles incapaces de expulsar al mal espíritu, y esa multitud que siempre rodeaba los milagros en busca de emociones fuertes.
¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? A los que iban en busca del «show» los trata con dureza. Él viene a traer la salvación, y ellos buscan espectáculo.
¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe. Al padre sin fe lo instruye. «No digas: “si puedes”. Cree que puedo y tu hijo sanará».
Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él. Al espíritu inmundo le ordena con autoridad.
Y a los apóstoles… Esta especie solo puede salir con oración. Con una delicadeza exquisita, les recrimina: «Es que no rezáis».
(TOI07L)