Secretum meum mihi
«Secretum meum mihi», «mi secreto, para mí», decía, muchas veces, Edith Stein, mientras recorría el camino que la llevaría a ser santa Teresa Benedicta de la Cruz. Sabía que la llama recién encendida en su alma era aún débil, y que cualquier soplo podría apagarla. Por eso era celosa de su intimidad con Dios. También la Virgen guardó en secreto su aventura de Amor hasta que llegó el tiempo oportuno.
El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder. Quizá te extrañe, porque el Señor nos ha mandado anunciar al mundo entero la buena noticia. Pero ese anuncio, si es auténtico, es, siempre, hijo de un secreto, como cualquier hombre es hijo de nueve meses de secreto en el amor del seno materno.
Yo tengo secretos con el Señor que jamás desvelaré a nadie, porque a nadie le importan salvo a Él y a mí. Y espero que lo mismo te suceda a ti. Quien no tiene secretos con Dios no tiene vida interior. Por eso, el afán desmedido de volcar la intimidad en redes sociales mata las almas. Quienes no tienen secretos están vacíos por dentro.
(TOP17X)