Santos e historiadores

Como personaje histórico, Jesús de Nazaret es fascinante. No ha habido nadie como Él. Pero estudiar la biografía del hijo de María armados tan sólo con las lentes del historiador es como quedarse ante las puertas del cielo examinando las vetas de la madera y no cruzarlas. Cristo es un personaje histórico, pero, además, es el hombre que rompió la Historia y la abrió a la eternidad. Y al historiador se le quiebra el juguete en las manos, se le caen las lentes y se le escapa el alma hasta postrarse en adoración. Cristo es Dios.

Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? ¡Bien dicho, Tomás! Porque Cristo va a «donde no sabemos». El cielo escapa a nuestra experiencia, y el Padre está más allá de todo conocimiento humano.

Adonde yo voy ya sabéis el camino… Yo soy el camino. Que vuelva el historiador, pero que traiga su alma además de sus lentes. La humanidad de Cristo, «lo que sabemos» de Él (ya sabéis el camino) nos lleva a su divinidad, a lo que no sabemos. Pero, llegados allí, callan las palabras y sólo cabe la adoración. Que lea el santo, y que adore el historiador.

(TP04V)