Sacerdotes, profetas y reyes
La maravillosa aventura del cristianismo no se vive en toda su hondura hasta que uno no se sabe personalmente llamado por Cristo. Todos, sin excepción, hemos sido llamados por Él por nuestro nombre de pila, y nunca mejor dicho, porque esa llamada resuena de forma especial en el bautismo. Sin embargo, cada llamada es única, personal e intransferible. Como me ha llamado a mí no ha llamado Cristo jamás a nadie. Por eso es crucial, para cada uno, escuchar esa voz, descubrir esa llamada y, con inmensa alegría, preguntar: «¿Por qué me has llamado? ¿Por qué a mí?»
Llamó a los que quiso. Te he llamado porque he querido, porque te he querido y te he escogido.
Para que estuvieran con él. Te he escogido para que vivas conmigo, para que estemos juntos sobre el Monte y conmigo te ofrezcas. Por eso te he hecho sacerdote.
Y Para enviarlos a predicar. Quiero que, a mi lado, seas feliz, y proclames a todas las almas tu felicidad. Por eso te he hecho profeta.
Y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios. Quiero que te sientes en mi trono y tengas autoridad sobre los espíritus. Por eso te he hecho rey.
(TOI02V)