Revisa tu Adviento
Muy probablemente, quienes ahora leéis estas líneas no guardaríais silencio, como los fariseos, ante la pregunta de Jesús: El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres? Lo más seguro es que nosotros respondiéramos: «Del cielo».
En ese caso, tendríamos que afrontar la segunda parte del interrogatorio. Si decimos «del cielo», nos dirá: «¿Por qué no le habéis creído?»
¿Por qué no he creído a Juan? ¿Por qué, después de dos semanas, continúo en el mismo lugar en que me encontraba al inicio del Adviento? Ahí te dejo unas posibles respuestas:
Por pereza: Juan me invita a salir de mi casa, de mi «zona de confort», para esperar a Cristo en espíritu de austeridad y conversión. Pero ¡estoy tan calentito en mi sofá!
Por falta de examen: Los propósitos que hice al comenzar el Adviento están nuevecitos. No los he revisado ni una noche.
Por desaliento: Ningún Adviento cambió mi vida. ¿Por qué habría de cambiarla éste?
Por tibieza: Hombre, algo hago… a medias, pero algo hago… o no…
El resto del trabajo te lo dejo a ti. Pon remedio a esas carencias, que aún estás a tiempo. Pero ¡date prisa! El Señor está al llegar.
(TA03L)