¿Quién te acompañará hasta el Viernes?
Es inevitable, ante la conmemoración de la entrada de Cristo en Jerusalén, el recuerdo de las multitudes que, cinco días después, gritaron enfurecidas pidiendo su crucifixión. ¿Qué sucedió? ¿Cómo pudieron, en tan poco tiempo, cambiar las tornas de un modo tan dramático contra el Hijo de Dios?
La primera respuesta tiene que ver con los movimientos de masas: La multitud alfombró el camino con sus mantos. La masa es un monstruo amorfo que devora las almas de los hombres. El hombre se introduce en la masa, disuelve en ella su alma y se deja llevar. Quien hoy grita: «¡Hosanna!», mañana gritará: «¡Crucifícalo!». Todo depende de quién mueva los hilos.
Una segunda respuesta nos lleva al profeta: Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica. ¿Lo miraron? ¿O vieron lo que querían ver: un mesías que les resolviera los problemas de la vida? Quizá eso explicara los gritos de condena cuando lo vieron coronado de espinas. ¿Qué problemas te va a resolver un varón de dolores?
Creo en la relación personal, íntima, con Cristo. Creo que ese amor llevó junto a la Cruz a María y a Juan. Y quisiera que me llevase a mí también.
(DRAMOSA)