¿Quién dices tú que soy yo?

La pregunta que Jesús hace a sus apóstoles no es sino una ventana abierta al misterio. No hay palabras en el mundo capaces de responderla.

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Si pretendes agotar, en una frase, el misterio del Hijo de Dios encarnado, mejor desiste. Más vale mantener abierta la pregunta y asomarse a ese abismo sin tratar de abarcarlo con palabras. Pero, si el Señor te pregunta: «¿quién soy yo para ti?», puedes derramarte en un acto de amor.

Antes de que lo hagas, te daré algunas pistas. Ya sabes lo que respondió el propio Simón: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Bartolomé: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel (Jn 1, 49).

Marta: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo (Jn 10, 27).

Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20, 28).

San Francisco de Asís: «Deus meus et Omnia», «Mi Dios y mi todo».

Ahora te toca a ti. Hoy, cuando comulgues, escucha cómo te lo pregunta el Señor. Y responde sin pensar, deja que el corazón se derrame, haz un acto de amor ferviente. «Señor, tú eres…»

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