Quien a buen árbol se arrima…
Dice el refranero español que «a quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija». Y los hijos de Zebedeo habían visto un buen árbol en el éxito de Jesús. Por eso, sirviéndose de su madre, procuraron disfrutar de esa sombra, mantenerse cerca del Señor, y participar también ellos de su triunfo. Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
No sabéis lo que pedís, responde Jesús. Efectivamente, no tenían la menor idea del alcance de su disparatada petición. Tenían razón; mantenerse cerca de Jesús es lo único que importa en esta vida. Pero no, como ellos suponían, para compartir con Él un poder terreno que no iba a llegar, sino para vivir cobijados en su Amor, a la sombra de sus alas, en la Cruz.
Si ellos no sabían, nosotros sabemos. Por eso los imitaremos mirando a ese significado oculto de su gesto. Nos serviremos, también, de nuestra madre, la Virgen, para pedirle que nos lleve al Gólgota, que podamos allí beber el cáliz de su Hijo y reinar con Él. Arrimados al árbol de la Cruz, vivamos cobijados a la sombra de ese Amor.
(TC02X)