Quedémonos a solas

La vida va muy deprisa; demasiado. Si Jesús y sus apóstoles, entregados por completo al anuncio del Evangelio, no encontraban tiempo ni para comer, muchos de nuestros contemporáneos, por razones menos santas, tienen el mismo problema y se entregan al «fast food» o al sándwich apresurado. Incluso en los momentos de oración es tal la trepidación interior que, constantemente, se disparan las distracciones, los pensamientos mundanos, las interferencias y los ruidos. Son muchos quienes le dicen al sacerdote que no logran centrarse en su oración.

Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco. Más que nunca, en nuestros días son necesarios, para los seglares, los retiros y ejercicios espirituales de, al menos, un fin de semana. Esta práctica la «inventó» san Ignacio de Loyola en un tiempo menos trepidante que el nuestro. Quizá por eso pensó en un retiro de cuarenta días. Pediros ese tiempo a los seglares hoy día es pedir un imposible. Pero, al menos, una vez al año, apuntaos a una tanda de ejercicios de fin de semana, y sumergíos en el silencio, la oración y el reposo junto al Señor. Lo necesitáis, creedme. No se puede amar sin soledad entre los amantes.

(TOP04S)