Qué justicia y qué adversario

Con la parábola de la viuda inoportuna, muestra el Señor a sus apóstoles lo que han de pedir en la oración. Pero es preciso que entendamos su significado.

Hazme justicia frente a mi adversario.

Si crees que el adversario es el vecino de arriba, que pone la música a todo volumen a las doce de la noche, te equivocas. Ese hombre es un pesado y un maleducado, pero no es tu adversario, sino tu hermano. El adversario es el Maligno, y la petición de la viuda es la misma que el Señor nos transmitió en el Padrenuestro: Líbranos del Malo.

San Pablo, por ejemplo, pedía lo mismo que la viuda cuando se encontraba atormentado por aquel aguijón de la carne, un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría (2Co 12, 17). Y cuando, por tres veces, pidió al Señor que lo apartase de él, obtuvo esta respuesta: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad (v. 9).

Así sabemos que la forma que tiene Dios de hacernos justicia frente al Adversario no consiste en librarnos de la tentación, sino en hacernos, por su gracia, justos –es decir, santos– en medio de la prueba.

(TOP32S)