Qué bello es vivir… con la Virgen

Me gusta Capra, pero detesto la costumbre de poner, en navidades, «Qué bello es vivir». Porque esa película supone, en el cine, lo que supuso Dickens en la literatura: el comienzo de las navidades sin Cristo. Y conste que también me gusta Dickens.

No obstante, el recurso del que Capra echa mano en «Qué bello es vivir», aunque no sea específicamente cristiano, es magistral: Imagina un mundo donde tú no hubieras vivido, un mundo sin aquello que tu vida ha aportado a los demás.

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Apenas sabemos nada sobre el nacimiento de la Virgen, y lo que sabemos no es del todo fiable. Pero sabemos que nació. Eso es bastante como para llenar la vida de alegría. Y ahora Capra me hará un favor, si puedo imaginar la pesadilla de la que nos hemos librado: la de un mundo sin la Virgen.

Si la Virgen no hubiera nacido, no habría habido Anunciación. Ni Mesías. Ni Crucifijo. Ni Redención. Ni Misa. Ni Paternóster.

Si la Virgen no hubiera nacido, no tendríamos una madre en el Cielo. Ni una Reina.

¿Cómo no alegrarnos, Madre santa, de tu nacimiento?

(0809)