Pecadores enamorados

Me resulta imposible leer con tranquilidad estas palabras:

En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.

¿Acaso no puede decirse lo mismo de nosotros? (perdonad el plural). Sé que cuanto proclamo desde el ambón, y lo que escribo en estas líneas, es verdadero, es el camino de la vida mostrado por Cristo y por la Iglesia. Pero ¿me atrevería a pedirle a quienes me escuchan o me leen que lo recorran como lo recorro yo, que hicieran lo que yo hago? No, desde luego que no. ¿Y vosotros?

Si no podemos ser ejemplo de virtud, seamos ejemplo de deseo. Que quienes nos rodean sepan que amamos a Cristo y deseamos ser santos, aunque nos vean caer. También nos verán levantarnos. Que podamos decir a quienes afeen nuestra conducta: «Desea lo que yo deseo, y no hagas lo que yo hago».

Porque lo peor que dice el Señor sobre los fariseos no es que no hagan lo que dicen, sino que no están dispuestos a mover un dedo. Por eso sabemos que, realmente, no querían.

(TOP20S)