Para el alma, mejor agua mineral
Cuentan de santa Catalina de Siena que estuvo siete años sin apenas probar alimento, sustentada tan sólo por la Eucaristía. No lo recomiendo como ejercicio ascético, aunque me maravilla el modo en que, cuando el alma está saciada, puede uno casi olvidarse de la necesidad del cuerpo. La mujer samaritana, que había acudido al pozo a por agua, tras beber unas gotas del agua viva que Jesús le ofrecía dejó su cántaro. Como si ya no tuviera sed.
Lo malo de todo esto es que también sucede al revés: quien le da al cuerpo todo lo que pide acaba por ignorar la sed del alma. Eso es peor.
Experimentemos o no esa sed de forma sensible, necesita más agua el alma que el cuerpo. ¿Tú eres de los que llevan siempre la botellita de agua mineral con ellos? Espero que lleves también el rosario.
El agua viva que sacia el alma es agua mineral, porque brotó de una Roca: Cristo. Y la lanza del centurión fue como el cayado con que Moisés golpeó la roca. Bebe de esa agua, sáciate… y verás cómo son más llevaderos los ayunos. De todas formas, come algo, por favor, que no eres santa Catalina.
(TCA03)