Obras como gritos
Dice Jesús a Felipe: Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo… ¿Cómo terminarías la frase? Si no conocieras ya el final, la terminarías así: «Él mismo habla a través de mí». O, empleando una frase del mismo Jesús: El Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar (Jn 12, 49).
Pero, en la Última Cena, Jesús no termina la frase de esa forma, que sería la esperable: Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. ¿En qué quedamos? ¿Dices o haces?
El resultado es fascinante. Las obras de Jesús –sus milagros, su vida– son palabras, son el modo que Él tiene de hablar al mundo. Los discípulos de Emaús describieron a Cristo como un profeta poderoso en obras y palabras (Lc 24, 19).
Va por ti. Quieres hablar de Cristo, y Dios te bendecirá por ello. Pero anúncialo primero con tu vida, con tu alegría, con tu solicitud por los demás. Y después, cuando se abran tus labios, los hombres entenderán tu anuncio.
(TP04S)