Niños a la espera de un milagro
El relato de la curación de aquel paralítico que llevaba años postrado ante la piscina de Betesda me ha traído al alma el pensamiento de muchos, muchos niños.
No tengo a nadie que me meta en la piscina. Porque ya son muchos, muchos los niños que, en España, no tienen quién los meta en la piscina. Sus padres no traen a los hijos a la iglesia para que reciban el Bautismo. ¡Cuántas lágrimas de abuelos y abuelas recogemos los sacerdotes!
¿Quieres quedar sano?, preguntó Jesús al paralítico. ¡Claro que quería! Pero estos padres, cuando los abuelos les preguntan: «¿Bautizaréis al niño?», responden que no quieren. Y, en ocasiones, incluso añaden: «Que lo decida él cuando crezca». ¿También esperaréis a que decida ir al colegio cuando sea mayor? ¡Qué temeridad!
Seguro que conocéis a padres que se han negado a bautizar a sus hijos. Acercaos a ellos, queredlos, y habladles de la vida eterna. Ofreceos, si ellos no tienen fe, a ser padrinos de sus hijos y transmitirles la fe. A más de un niño lo ha salvado un buen padrino. Y después los padres, de la mano de ese niño, han vuelto a Dios. La piscina es grande, caben todos.
(TC04M)