Nacidos de lo alto

No sé si todos los padres que se acercan a la Iglesia para pedir el Bautismo de sus hijos son conscientes de que, como hizo Ana con Samuel, están entregando sus hijos a Dios. El Bautismo del hijo es siempre un sacrificio y una consagración. Los padres entregan a su hijo a Dios, y Dios lo toma y lo hace hijo suyo. A partir de ese momento, los padres están educando a un hijo de Dios, y tendrán que rendir cuentas de ello ante su Padre.

Nuestro padre es Abrahán, decían los judíos. Pero hablaban de un linaje, de una paternidad biológica transmitida a través de una semilla. Jesús les da una respuesta durísima: Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre. Se refería al Diablo.

Si pido mi partida de nacimiento en el registro civil, en ella se dirá que soy hijo de mis padres. Pero si pido a la Iglesia mi partida de Bautismo, allí aparecerá la verdad: soy hijo de Dios. Y he nacido de lo alto, con Cristo. Y la Creación entera me pertenece. Soy sacerdote, profeta y rey. Mi patria es el cielo. Ahí queda eso.

(TC05X)