Misterios del sábado

Te aconsejo que los sábados, desde la mañana, tomes la mano de la Virgen y te dirijas al sepulcro del Señor. Su sagrado cuerpo, dormido en la muerte, aún está ahí dentro, como el grano de trigo. Silencioso, tranquilo, entregado. Contémplalo y recógete.

Cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto… Ahí lo tienes, no puede haber puesto más «último». Bajo tierra, oculto a las miradas de los hombres, tras haber muerto cubierto de infamias como desecho de la Humanidad. Y, más que sentado, postrado. Si «humildad» viene de «humus», que significa «tierra», la humildad del Hijo de Dios fue llevada hasta el extremo en este sepulcro.

Y ahora espera.

Para que, cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Espera a que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies (Heb 10, 13), cuando se cumplan, mañana, las palabras del Apóstol: Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 1, 9-11).

Qué día tan misterioso, el sábado.

(TOP30S)

“Tú, pecador