Mirando a quién
Si ayer fue el pleitos tengas y los ganes, seguimos hoy con la sabiduría popular. Porque un refrán castellano dice: «Haz el bien y no mires a quién».
Podría pensarse que este refrán condensa la sabiduría del sermón de la Montaña: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Sin embargo, «haz el bien y no mires a quién» no es el mejor resumen de las palabras del Señor. Porque Él no se tapó los ojos para amarme, no me redimió sin mirarme a la cara.
Lo más sobrecogedor de la Pasión es que Cristo amó al enemigo con los ojos abiertos, mirándole de frente. Conocía toda la ponzoña acumulada en el corazón de Judas y, clavando en él sus ojos, le lavó los pies. «Sé quién eres» –le decía con la mirada–, «sé quién eres y te amo».
Conmigo –y contigo– ha hecho lo mismo. Ha conocido mi pecado y no ha sentido asco de mí. Me ha amado en mi miseria. Me ha hecho el bien mirando a quién.
(TC01S)