Mira, escucha, contempla
Cuando Cristo se transfiguró ante Pedro, Santiago y Juan, la voz del Padre fue un eco de la que se oyó sobre el Jordán: Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco (Mt 17, 5). Pero, después, añadió algo que no había dicho entonces: Escuchadlo.
Hoy san Mateo, ante los efectos de la predicación de Jesús, recuerda unas palabras del profeta Isaías que parecían el anticipo de aquella voz: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco.
Isaías dijo: Miradlo. El Padre dijo: Escuchadlo. Y ambos se referían a la misma persona, a Cristo.
¿Acaso hay otra cosa que hacer en la vida salvo mirar y escuchar a Cristo? Me dirás que hay mucho trabajo, que hay mucho bien por hacer, que es preciso cumplir la misión que Dios nos ha asignado… Y yo te respondo que sí, que tienes razón, que soy el primero en gritar que no basta rezar si la vida no se mueve. Pero también te recordaré que cualquier movimiento que no hagas con la mirada puesta en Cristo y el oído atento a su palabra es sólo bullicio.
Si el movimiento te impide contemplar, muévete menos… o reza más.
(TOP15S)