Mi pueblo huele a pan por la mañana
Es sábado. Estamos, con María, junto al sepulcro del Salvador. Mañana estallará la solemnidad de Cristo Rey. Por eso hoy, frente al cuerpo sin vida de Jesús, meditamos sobre la resurrección. La hora más oscura de la noche es la que precede al alba. Esperanza.
Mi pueblo huele a pan por la mañana. Cuando salgo de casa para orar aún es de noche. Pero la Tahona ya ha abierto. Y, más arriba, la panadería de Vicente. El olor a pan lo empapa todo. Por eso sabes que amanecerá, porque están preparando el desayuno. Despierta el hambre, pero mejor rezar primero. Con la tranquilidad que da el saber que las sombras serán vencidas y el pan llegará a la mesa.
No. Las tinieblas no tienen la última palabra. Entro en la iglesia, y sigue oliendo a Pan. Este olor lo capta el alma, es olor de Pan de vida que brota del horno del sagrario. ¡Qué bien se está aquí! Lo miro, lo huelo, me enamoro. Y sé que, dentro de poco, lo devoraré. Y la luz lo llenará todo.
No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos. Por eso lo llamaste «Pan de vida».
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