Mi extraño viaje a la URSS

Estaba haciendo cola para entrar en la farmacia (como en la URSS). Y se puso detrás de mí un hombre mayor. En cuanto vio mi alzacuellos, aprovechó el tiempo de espera para decirme, sin alzar la voz, lo dañina, terrible y malvada que es la Iglesia (como en la URSS, no sé si de repente había yo cambiado de época y de lugar). Una vez que el último de los sapos y culebras disponibles hubo salido de su boca, terminó su filípica con esta frase: «Pero, eso sí, con la Iglesia no ha podido ni podrá acabar jamás nadie». Yo le sonreí, le estreché la mano y, gracias a Dios, llegó mi turno de entrar en la farmacia (como en la URSS).

Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Tras el desconcierto de Herodes está Satanás; y su extrañeza por no haber podido vencer. Ha matado a Juan, y ahora surge alguien más fuerte que Juan, aquél a quien Juan anunciaba. Lo matará también, y resucitará convertido en Rey y Señor. Matará a los cristianos, y su número se multiplicará. Así lleva veinte siglos, y aquí estamos.

La URSS cayó.

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