Medidas de acción rápida

Nos mata la prisa. Lo queremos todo arreglado ya mismo. Y, no nos engañemos, no es por un celo santo, sino por nuestra impaciencia, por nuestra incapacidad para convivir con la imperfección. Pero el resultado que obtenemos con nuestras «medidas de acción rápida», aunque pueda disfrazarse de solución, es mucho peor que el problema.

Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros. Cuando está en juego la libertad, a Jesús no le gustan las imposiciones ni las soluciones rápidas. A Simón, en Getsemaní, le reprendió por querer resolver el conflicto a golpe de espada.

No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. Ese hombre, por sí solo, acabaría siendo cristiano, o desnudo y apaleado como los hijos de Esceva, contra quienes, según nos cuentan los Hechos de los Apóstoles (cap. 19), se volvieron los propios demonios que intentaban expulsar. Todo dependería de si obraba rectamente o por egoísmo. Era cuestión de tiempo.

Y es que, para Jesús, lo importante no es cambiar las conductas, sino rendir los corazones. Y eso no lo logra la espada.

(TOI07X)