Los que no están preparados
Dedicado a quienes «no están preparados» para confesarse; quienes «no están arrepentidos»; y quienes piensan que «para qué confesarse, si lo van a volver a hacer». Luego están quienes «no tienen pecados», pero a ellos les dedicaré unas palabras al final.
Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda… Son requisitos para acercarse a confesar. Muy bien. Pero…
Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre. Este joven se los saltó todos. Su decisión de volver al hogar paterno no estuvo motivada por un reconocimiento de su pecado, sino porque tenía hambre. No parece que le doliera el sufrimiento que causó a su padre; le dolía más el estómago que la conciencia. Y, en cuanto a su deseo de enmendarse… en fin, ya veríamos.
Sin embargo, su padre lo recibió con los brazos abiertos. Estoy convencido de que ese recibimiento fue mucho más eficaz que el hambre para ablandar el corazón del hijo.
Mira, ahora en serio: no quieras estar tan «preparado». La confesión es para pecadores, no para santos. Realmente, lo único que hace falta para confesar es tener pecados. Déjale lo demás al sacerdote.
En cuanto a quienes no los tienen… ¡Pobre hijo mayor!
(TCC04)