Los inocentes

Es una frase que pasa casi desapercibida pero que, cuando te fijas en ella, resulta muy sorprendente. Se la dice Jesús a los fariseos que acusan a los apóstoles de comer espigas en sábado:

Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificios», no condenaríais a los inocentes.

¿Por qué llama inocentes a los apóstoles, cuando Él mismo había dicho que nadie es bueno sino solo Dios (Lc 18, 19)? La misma Escritura dice: No hay uno que obre bien, ni uno solo (Sal 14, 3).

La frase podría explicarse como una profecía. Realmente, no habla de la condena de los apóstoles, sino de la suya. Está anunciando a los fariseos que ellos condenarían al único Inocente, al Cordero sin mancha.

Pero también podría explicarse como un anuncio de la justificación. Esos apóstoles, nacidos en pecado, serán justificados y hechos inocentes por la sangre del Cordero. Y las espigas que ahora comen, como aquellos panes de la proposición que comieron David y sus hombres, no son sino un anuncio del alimento de los inocentes, la Eucaristía.

En cualquier caso, la diferencia entre los fariseos y Cristo queda patente: mientras ellos juzgan y crean culpables, Jesús redime y crea inocentes.

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