Los elegidos

Como aquella viuda de la parábola importunaba al juez día y noche para que le hiciese justicia, así habla el Señor de unos hombres que día y noche claman al cielo: Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas?

¿Quiénes son esos «elegidos»? La respuesta la tenemos en un salmo: Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia (Sal 122, 2).

No pienses en una congregación que pase los días de claro en claro y las noches de turbio en turbio rezando salmos y enlazando rosarios sin dar tregua al sueño ni alimento al vientre. No es eso. Los elegidos oran cada día, pero también trabajan, atienden a su familia, salen con sus amigos, comen y duermen. Mientras hacen todo eso, sus ojos están fijos en el Señor. Su trabajo, su ocio, su descanso y su vida familiar son ofrenda a Dios, prolongación del Sacrificio ofrecido en cada misa. Por eso, están clamando ante Dios día y noche, ya tengan en las manos un rosario, un ordenador o una jarra de cerveza.

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