Los bonos del Tesoro

«¡Fernando! ¡He comprado bonos del tesoro!» Me lo dijo mi primer párroco, cuando yo acababa de ser ordenado sacerdote. Había vendido todos sus ahorros, los que guardaba para su jubilación, y había pagado con ellos una deuda de la parroquia. Estaba radiante.

Contrasta esa alegría con las preocupaciones que a tantos les causa el dinero. Cuando lo creemos nuestro, él nos hace suyos y nos secuestra el corazón. Noches en vela, haciendo números en la cabeza; cálculos y más cálculos; hagamos un «colchón», protejámonos… Un sinvivir.

No podéis servir a Dios y al dinero. Y la única manera de servir sólo a Dios es recordar que no somos dueños, sino administradores. Que administramos para Dios cuanto tenemos, y que Él se encargará de que no falte lo necesario.

¿Cómo quiere Dios que administres su dinero? Ahí van tres consejos de buen administrador:

1.–Compra bonos del Tesoro. Y diversifica. Haz tres partes: una para ti, otra para los pobres, otra para la Iglesia. Pregunta al Amo por el montante de cada una.

2.– Evita gastos superfluos. No emplees un dinero que no es tuyo para cosas que no necesitas.

3.– Lleva cuentas de tus gastos. Tendrás que presentarlas un día.

(TOC25)