Lo que sabemos del infierno
Sabemos que el infierno existe. Además, si el infierno no existiera, Cristo no sería el Salvador. ¿De qué nos habría salvado? ¿de un dolor de cabeza?
Ahora bien: aparte de saber que existe, del infierno sabemos muy poco. Podemos presumir que algunos hombres –muchos o pocos– hayan caído en él, pero la Iglesia, que canoniza a los santos, nunca da a nadie por condenado. Por tanto, no tenemos ni idea acerca del número de los perdidos.
Sabemos algo más: quienes se hayan condenado, no ha sido a causa de sus crímenes. Quizá por eso quiso Jesús que un criminal lo acompañase al cielo desde la Cruz. Allí, en el Calvario, Cristo ha obtenido de su Padre el perdón de todas las culpas. El pecador no tiene más que acercarse a esa fuente de agua y sangre, derramada en los sacramentos de la Iglesia, para encontrar la salvación.
Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Si algún hombre se ha condenado, es porque no ha querido recibir ese perdón. Por tanto, no ha sido por hacer el mal o por no hacer el bien, sino por haber rechazado el Amor. Es decir, el cielo.
(TOI07S)