La Vigilia Pascual, en diferido

Acudir a la iglesia el domingo de resurrección por la mañana para recibir la noticia del triunfo de Cristo es maravilloso, pero la noticia llega tarde. Sólo quienes asisten a la Vigilia Pascual presencian el estallido de la luz rompiendo la noche «en directo». De repente, la iglesia se ilumina, y todo el Antiguo Testamento se pone en pie para gritar. Poco después, el propio Cristo se presenta y da de comer a los suyos.

Los apóstoles se la perdieron. Estaban dormidos. Y también aquellos dos discípulos que volvían a Emaús. Pero, a estos dos, Cristo les celebró la Vigilia Pascual en diferido.

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. El Cirio pascual en persona, encendido de luz deslumbrante, caminó con ellos, les leyó todas las lecturas, se las explicó, y prendió las candelas de sus corazones con el fuego sagrado. ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Después, ya en casa, partió para ellos el pan. Y ellos volvieron felices y comieron con los suyos. En mi parroquia el ágape fue interminable. Nadie se quería marchar.

(TPA03)

“Evangelio