La primera palabra del recién nacido

Hace más de tres meses comenzaba la Cuaresma. Y aquel primer anuncio, proclamado el Miércoles de Ceniza, nos mostraba, como un espejo, nuestro rostro marcado por la culpa. Nos vimos como pecadores, hijos de Eva y herederos de su maldición. Por eso, implorando a los cielos el perdón, nos entregamos a la penitencia, la oración y la limosna.

Pasó la Cuaresma, hemos atravesado la Semana Santa, hemos celebrado la Pascua y ayer, día de Pentecostés, recibimos al Espíritu Santo.

Terminadas las fiestas, hoy escuchamos: Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre… ¡Cómo se han transformado nuestras vidas en tres meses! Hoy, el espejo de la liturgia nos muestra un rostro muy distinto del que contemplamos el Miércoles de Ceniza. Somos hijos de la Iglesia, somos santos, somos hijos de la Virgen María. Es la gracia divina la que ha hecho esto, no nosotros. Nuestra Cuaresma fue lamentable, y nuestra Pascua ha dejado mucho que desear. Pero Dios, una vez más, ha estado grande con nosotros, y somos criaturas nuevas.

No hay mejor forma de estrenar nuestra nueva condición que con la palabra con que todo niño recién nacido abre por primera vez sus labios al mundo: ¡Mamá!

(MMI)