La mujer pecadora, y la ágil Susana
Todos los años, cuando llega este quinto lunes de Cuaresma, me echo a temblar. No por el evangelio, que es una delicia, sino por la primera lectura, la de la casta Susana, que es larguíiiiiisima. Por eso procuro elegir yo al lector, y darle instrucciones para que Susana, además de casta, sea ágil.
Son dos mujeres, frente a frente: la ágil y casta Susana, una inocente condenada injustamente y salvada por Dios, y la mujer adúltera, condenada justamente por los fariseos y absuelta por Cristo con estas palabras: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.
Tiene su peligro este choque de mujeres. Porque, como nos descuidemos, nos identificamos con Susana, nos sentimos víctimas de la injusticia de los hombres, y pedimos a Dios que abogue en nuestro favor. Después escuchamos el relato de la mujer adúltera y pensamos que debemos ser misericordiosos con los pecadores.
Mal leído. Y no por falta de agilidad, sino de humildad. Susana es Cristo, el Justo condenado injustamente por los hombres y resucitado por Dios. Y la mujer adúltera somos tú y yo, que hemos merecido mil veces el infierno y, sin embargo, hemos encontrado misericordia en el corazón del Señor.
(TC05L)