La Misa: misericordia y sacrificio

A primera vista, parece una contradicción. A segunda vista, es una maravilla.

Aprended lo que significa «Misericordia quiero y no sacrificio». Pero lo más grande que le entregamos diariamente al Señor, la ofrenda suprema capaz de redimir todo pecado, no es otra que el Santo Sacrificio, la Misa. ¿Entonces?

Entonces es que todos los sacrificios de la Ley antigua provenían de la justicia y –por decirlo así– del mercado. El hombre sabía que había pecado y pretendía pagar su culpa ofreciendo sacrificios en tal número que lograran expiar la ofensa perpetrada. Sin embargo, todas aquellas ofrendas eran inútiles. Ni todas las vidas de todos los hombres hubieran podido satisfacer por un solo pecado venial, ofensa al Dios de suprema majestad.

La Misa, que es renovación de la Pasión de Cristo, es el único sacrificio que procede de la misericordia. A nosotros, que no hubiéramos podido pagar jamás por nuestras culpas, Dios nos miró con misericordia, y puso en nuestras manos a su propio Hijo, la ofrenda de amor cuya infinita dignidad es capaz de limpiar todo pecado y satisfacer por toda culpa.

Tus sacrificios, por si solos, nada valen. Súbelos a la patena, y con ellos redimirás a todo hombre.

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