La falsa mística
Sucede en ocasiones: una persona que ha vivido sin Dios se encuentra repentinamente con Él y se lanza de cabeza a la piedad. En muy poco tiempo, lo ves arrodillado durante horas en la iglesia, y se ha unido a varios grupos de oración. Quien, hasta hace muy poco, era ateo te habla de Dios como si ya hubiera alcanzado las cumbres de la vida espiritual… ¿Tan deprisa? Hasta que te acercas, y te das cuenta del engaño. Es incapaz de levantarse a su hora, hace mal su trabajo, llega tarde a las citas, descuida el aseo personal…
La falsa mística. Le es fácil al alma subir hasta las cumbres cuando se deja al cuerpo en tierra. Libre de ese peso, el alma vuela. Se trata de una mística sin ascética: no hay mortificación, ni penitencia, ni lucha interior, ni abnegación. Sólo sentimentalismo religioso.
¿Por qué me llamáis «Señor, Señor», y no hacéis lo que os digo?
Recoge la vida, por favor, y carga con ella. Toda esa oración tan intensa y elevada conclúyela con un propósito: «¡Oh, Jesús mío, cuánto te adoro!… y mañana me levantaré a la hora en punto». Así sí. Irás más despacio, pero llegarás entero.
(TOP23S)