Hijos de Dios y ovejas de Cristo
Se dice, en ocasiones, con demasiada ligereza que todos somos hijos de Dios. No es verdad, al menos no en el sentido fuerte de la expresión. La Creación entera puede ser llamada hija de Dios, por cuanto salió de sus manos. Igual podemos decir que don Quijote es hijo de Cervantes. Pero Cervantes lo escribió, no lo parió. En cuanto a los hijos de Dios, Dios sólo tiene un Hijo, su Unigénito. Y sólo puede un mortal llamarse hijo de Dios en sentido fuerte si es uno con ese Hijo. Es decir, si vive en gracia y de la gracia. Si es otro Cristo, el mismo Cristo.
Vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Por el mismo motivo, tampoco todos los hombres son ovejas del Buen Pastor. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Es oveja de Cristo quien escucha su palabra. Quien, en la oración, se deja conocer y sondear por Él. Quien lo sigue, y procura pisar sobre las huellas de ese Pastor. Quien, en los sacramentos, recibe vida eterna.
En definitiva, es oveja de Cristo quien se pone rendidamente en sus manos.
(TP04M)