Esclava y Reina

Divinos contrastes. Si preguntas a la santísima Virgen: «¿Quién eres?», ella te responde: He aquí la esclava del Señor. Ahora preguntémosle a san Juan por esa esclava, y nos responderá: Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap 12, 1).

Una mujer vestida de sol. Y el sol es Cristo. Dice el Apóstol: Revestíos más bien del Señor Jesucristo (Rom 13, 14). María es la llena de gracia. Y esa gracia es fruto adelantado de la Pasión de Jesús. Por eso, antes de concebir al Verbo en su vientre, ya estaba su alma revestida de santidad.

La luna bajo sus pies. Esa luna es la Iglesia, reflejo de la luz de Cristo. Pero es, también, tu alma. ¿No quisieras pasar la vida a los pies de la Señora? ¿No quisieras ser el esclavo de la esclava?

Una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Son las doce tribus de Israel. Pero, también, los doce apóstoles. Esa corona se la ha entregado su Hijo. Y ella se la entregará a las almas fieles que descansen, como niños, eternamente en su regazo.

(2208)