Esa bendita locura

Hay que entrar en el corazón de hombres como éstos, hay que preguntarles por qué lo hacen, necesitamos conocer las motivaciones profundas que expliquen sus vidas. No basta con venerarlos, es preciso imitarlos.

La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino!

¿Qué movió a los santos Cirilo y Metodio a dedicar su vida a hombres desconocidos en un país extraño, a crear para ellos un alfabeto, a traducirles la Biblia, a enseñarles a leer y anunciarles el Evangelio?

La respuesta es doble: Por un lado, un inmenso amor a Cristo, que se tradujo en deseos incontenibles de que Cristo sea amado. Es la misma pasión que movía a Francisco de Asís a correr por las calles tirándose de los pelos y gritando: «¡El Amor no es amado! ¡El Amor no es amado!». Hay que estar muy loco para eso. Bendita locura.

Por otro lado, un apasionado amor a las almas, un celo infatigable que los llevó a dar la vida para la salvación de los hombres.

Ese amor a Cristo y ese celo infatigable los pediremos para nosotros. No nos salvaremos si no anunciamos.

(1402)