Elías sin mascarilla

Durante lo peor de la pandemia de 2020, era complicadísimo reconocer a los amigos. Sobre todo en invierno, cuando sobre la mascarilla iban las gafas y sobre las gafas el gorro de lana. A los curas era más fácil distinguirnos, por el alzacuellos. Y, cuando se nos acercaba alguien a saludarnos efusivamente, nos quedábamos mirando con cara de bobos… Hasta que se bajaba la mascarilla: «¡Ah, eres tú! No te había reconocido. Buenos días». No era culpa nuestra. Se nos perdonaba bien.

Os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron. ¿Era Juan la mascarilla de Elías? ¿Vino disfrazado el profeta? En ese caso, no habría culpa en quienes no lo reconocieron.

No es así. Ninguno de aquellos hombres había visto a Elías sin mascarilla. No se trataba, por tanto, de reconocer el rostro del profeta, sino su espíritu. Y ese espíritu estaba desnudo y descubierto en Juan. Si no lo reconocieron fue porque Juan anunciaba al que quita el pecado del mundo, y ellos estaban enamorados de su pecado.

Tú tienes pecados, igual que yo. Pero detéstalos, lucha contra ellos. Porque si te enamoras de alguno de tus pecados, no podrás reconocer a quien viene a perdonarlos.

(TA02S)