El verdadero interior del hombre

El interior de un hombre no son sus tripas. Tampoco sus sentimientos. Eso no es sino el fondo de la corteza. El verdadero interior del hombre es su alma, ubicada en un lugar mucho más profundo. No; no somos lo que comemos, ni somos, tampoco, lo que sentimos. Somos lo que amamos, y el verdadero amor nace y se recibe en lo más profundo de la persona, allí donde brota la decisión de entregar la vida.

Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre. Estas palabras del Señor se aplican a todo lo que impacta desde fuera en el ser humano. Ni los latigazos, ni los clavos herrumbrosos con que lo atravesaron, ni los repugnantes salivazos con que lo ultrajaron pudieron ensuciar el corazón de Cristo.

Lo que puedan pensar o decir de mí, lo enfermo o lo sano que esté, el sufrimiento que padezca, el prestigio o la deshonra que acumule… nada de eso me hace impuro ni me lleva al Infierno. Sólo el pecado me ensucia y me condena. Y contra él debo luchar con todas mis fuerzas. Sólo la gracia y el Amor de Cristo me purifican. Y debo anhelarlos como nada en este mundo.

(TOI05X)