El tío Zaca

Zacarías siempre se me ha hecho simpático. El hombre tiene doscientos años recién cumplidos, su mujer ciento noventa, y llega el ángel y le dice que va a tener un bebé. Claro, ante semejante anuncio, el tío Zaca mira al mensajero por encima de las gafas y le suelta: «¡Anda ya! ¿Pero tú me has visto bien? ¿Y has visto a mi mujer? ¿Me estás tomando el pelo, o qué?». Jajaja, si a mí me llega un ángel y me dice que voy a jugar al fútbol como Messi, no sé cómo reaccionaría. Y lo del tío Zaca es mucho peor.

Pero también hay que entender al ángel. A los ángeles no les gusta que les lleven la contraria, así que «pa’ chulo, él»: Te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda.

No es sólo un castigo. Es mucho más. Porque se acerca el Verbo, la Palabra, y conviene guardar silencio. El tocayo del tío Zaca lo había advertido: ¡Calle toda carne ante el Señor! (Za 2, 13). Cierra la boca, que Dios va a hablar.

Y va a hablar en voz bajita. Por tanto, busca el silencio en estos días, o no lo escucharás.

(1912)

“Evangelio