El sábado en que Dios se cansó
Todo aquello sucedió en sábado, el día sagrado. Sucedió en la sinagoga, que es lugar de oración. Y el Hijo del Altísimo, el Santo entre los santos, realizó una obra de Dios, la curación de un enfermo. Una obra santa, llevada a cabo en lugar santo por el Santo en el día santo. Y los fariseos, que estaban al acecho para ver si curaba en sábado, ciegos por la cólera, discutían qué había que hacer con Jesús.
No puede negarse que aquellos hombres estaban ciegos. ¡Qué tendría que ver toda esa polémica con el verdadero sentido del sábado! El primer sábado descansó Dios porque vio que todo lo que había hecho era bueno. Ahora, sin embargo, a causa del pecado, todo estaba roto, y el hombre estaba enfermo, abocado a la muerte. ¡Cómo iba Dios a descansar tranquilo! Era necesario que el Hijo del Altísimo se fatigara, y no encontrara descanso hasta salvar las vidas de los hombres.
No sólo destruís el bien que hizo descansar a Dios. Sino que, cuando Dios despierta y se fatiga para salvaros, lo acusáis. Pero el Hijo del hombre no descansará hasta que diga: Está consumado (Jn 19, 30). Entonces sí. Ese sábado reposará.
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