El drama de un Cristo mudo
Sal de casa, abre los ojos y los oídos, mira bien y escucha… Enciende la televisión, toma nota de lo que ves… Sube al tren, presta oído a las conversaciones… Y, dime: ¿Dónde está Cristo? ¿Has visto su imagen por las calles, has escuchado su nombre en boca de los hombres, ha sido noticia en los informativos de la televisión? ¿Dónde está Cristo? ¿Acaso no parece que Cristo haya desaparecido, o lo hayan hecho desaparecer del horizonte? ¡Cuántos niños, hoy en día, crecen y son educados en un mundo sin Cristo! Jamás han oído su nombre.
Me dirás que Cristo está, que tú lo llevas en el alma. Y te pregunto que quién se entera. ¿A cuántas personas que no lo conocen les has hablado de Él en los últimos quince días?
La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Quizá me equivoque, pero tengo la sensación de que muchos cristianos del siglo XXI creen que la religión es para disfrutarla, más que para darla. Rezan, pero no les arde el corazón con el celo por la oveja perdida. Tienen a Cristo, pero lo han dejado mudo.
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