El cielo en la tierra

Son palabras misteriosas las del Señor. Siempre hay alguien que me pregunta qué quieren decir: En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia.

La respuesta más a mano es que Jesús se refiere a Pedro, Santiago y Juan, quienes verían la gloria de Cristo transfigurado en el Tabor.

Pero, como siempre ocurre, las palabras del Señor van más allá. Su comprensión requiere borrar del pensamiento la idea de que para ver el reino de Dios es preciso haber exhalado el último suspiro. Si así fuera, la vida mortal del cristiano consistiría en sufrir aquí con la esperanza de gozar allí. Pero no es así.

El cielo puede gozarse aquí, en la tierra. Y quien no lo goce en esta vida tendrá difícil gozarlo después tras muerte. ¿Cómo querrá entrar al cielo quien se aburrió en misa?

Porque es precisamente en la Misa cuando, con más claridad, gustamos las dulzuras celestes. También en la oración, y en la caricia de la presencia de Dios en el alma. Y, cuanto más las gustamos, más las apetecemos. Estamos llamados a morir felices y hambrientos de Dios.

(TOI06V)