El buen camino

Dice el salmo de la Misa: Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios (Sal 49, 23).

Porque hoy el evangelio muestra dos caminos: el de los fariseos y el de la Cruz.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas. Qué ridículos somos, ante los ángeles, cuando tomamos el camino de la apariencia y la vanidad. Nos plegamos a las expectativas de los hombres, queremos ser bien vistos por ellos, ser tenidos por buenos y ensalzados como «gente influyente»… Desde el cielo nos miran como se miraría a un niño pintándose un bigote y calzando los zapatos de papá. ¡Pobres de nosotros!

El primero entre vosotros será vuestro servidor. El primero entre nosotros, Aquél cuyo rostro resplandeció de gloria en el Tabor, pende ultrajado de una cruz y se tiende en el altar como alimento y ofrenda. Mientras tanto, nosotros seguimos queriendo caer bien y ser populares. Es decir, alejándonos de Él.

Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios (Sal 49, 23).

(TC02M)