El apóstol casto

Pedimos a los jóvenes de la parroquia que elaboren una lista de materias que les gustaría tratar en sus reuniones. Y responden: Homosexualidad, aborto, anticoncepción, relaciones prematrimoniales, divorcio, transgénero… ¡Curioso! Todas las materias están relacionadas con el sexo.

No caemos, no queremos caer en la trampa. Tratar, de primeras, esos asuntos no tiene más fruto que generar polémica. El sacerdote propone una lista alternativa, con una sola materia: Cristo.

Entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Había dicho Jesús: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8). Y lo había dicho, entre otros, por Juan. Juan conoció a Jesús en la adolescencia, la edad en que los jóvenes se enamoran. Y se enamoró de Él como sólo de Dios puede enamorarse un hombre. De tal modo se encauzaron hacia Cristo todos sus instintos y potencias, que su castidad fue castidad ardiente, romántica, enamorada y gozosa. Ni fue la castidad fría de las piedras, ni la represión patológica de los puritanos. Su pureza no fue un «no» al pecado, sino un «sí» jubiloso al Amor.

No tengáis miedo. Hablad de Cristo a los adolescentes. Dejad que se enamoren.

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“Evangelio