Dos testigos

Dos testigos dan testimonio, y los dos son fiables. Ambos proclaman que Cristo, el que ha de venir, es el Hijo de Dios. Ésa es la verdad. Él es la Verdad.

Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. Toda la obra de Juan, su vida y su predicación no fueron sino una flecha lanzada por Dios hacia un blanco: Cristo. Y, cuando la flecha alcanzó el blanco, desapareció de escena.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Los milagros de Cristo no eran el cometido principal de su vida. Jesús no vino a la tierra a hacer milagros, sino a redimir al hombre; los milagros eran el sello del Rey, y lo acreditaron como hijo de Dios.

A apenas nueve días de la Navidad, debes entender esto. Al igual que Juan, los milagros desaparecieron cuando esa flecha alcanzó la diana. En la Cruz, callaron los signos y quedó, desnudo, el Señalado. No esperamos los dones de Dios, sino a Dios mismo entregado.

(TA03V)

“Evangelio